jueves, 28 de julio de 2011

El reflejo de la triste realidad


La tensión aumenta en las calles

-Los peligros cada vez son más inminentes
-Los oficiales de tránsito no son psicólogos ni terapeutas.

 José Quirós Gallegos
Juan tiene 28 años, estudiante recién graduado de la carrera de Ingeniería. Hace 2 años que está felizmente casado y aumentó su núcleo familiar gracias a la esperada llegada de su primer hijo.

Este joven va a diario y de forma responsable a su nuevo trabajo, para ello debe pasar constantemente por las presas interminables y la contaminación sónica que acapara el centro de San José. A su regreso, Juan llega tarde, deseando ver a su hijo y a su esposa.

Lo único que pasa por su mente mientras realiza este continuo trayecto, es la dicha de compartir con sus seres queridos y aprovechar al máximo de su tiempo libre para descansar de un día extenuante.

Un día Juan sale de su casa sin saber que el destino y la conducta de una sociedad agresiva, cambiarían por completo el rumbo de su vida.

Son las 6 de la mañana y es hora de que marche hacia su trabajo, nuevamente y sin perder la costumbre, se ve enfrascado en una presa interminable, los sonidos de las bocinas agudizan la paz de los conductores, la música del vehículo de al lado arma una fiesta irrespetuosa y agobiante.

En su mente, Juan piensa en todo aquello que debe hacer durante su jornada laboral, mientras tanto, en la vereda del frente, una coalición entre dos vehículos provoca el malestar y la desesperación de los conductores que aumentan el bullicio con sus bocinas en señal de tensión y agresividad.
La paciencia se agota, el silencio es el mayor ausente y la paz quedó obsoleta, sin embargo, este hombre de familia llega a su trabajo para soportar algún maltrato laboral y las caras largas de sus compañeros.

Al finalizar el día, Juan se encamina hacia su hogar nuevamente exhausto. El trayecto se hace insoportable y en sus adentros simplemente hace referencia a que en este país ya no cabe un vehículo más.

En un segundo, sin tener tiempo de meditar, el joven mira impactado como un auto con 4 pasajeros lo desplaza de su carril. Una reacción lógica y humana se apodera de Juan y decide pitarle al coductor para que se percate de lo que está haciendo.


En ese momento, el conductor enfurecido saca un arma, la decisión está tomada y a quema ropa acaba inhumanamente con la vida de Juan.

En cuestión de segundo, la agresividad de las calles acabaron con una familia, con un trabajador honrado y con un buen ciudadano.

Esta historia es el reflejo de nuestra realidad, en que humanos y vehículos se han apoderado agresivamente de las calles. Los porcentajes de muertes y accidentes cada vez son más preocupantes.

Comúnmente responsabilizamos a los oficiales de tránsito, pero nunca nos dirigimos a la educación y paciencia que hemos perdido.






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